Un día hubo una pausa.
En un supuesto de que el mundo entero se detuviese |
de que con pasos de ésos que ni ruido hacen | cesara su obstinada inercia | el tiempo entonces cedería al silencio |
habría esparcidas innumerables huellas | huellas que darían la impresión de hacer resonar las cosas | hasta las más frágiles |
con un sutil movimiento | Pero las huellas permanecen | inertes e inaudibles | hasta disolverse |
y el supuesto de la pausa es simplemente imposible | Es ahí en donde habitan las cosas | ésas que nunca se dicen |
en donde el sonido deambula propagándose | sin que algo lo perciba nunca | en un diálogo complementario |
Órganos homólogos | similares a las frecuencias que se extienden | siempre hasta desaparecer | con una persistencia única |
curvas incluso impalpables |
Lo que aquí hay es un manojo de imágenes aisladas que nacieron mudas.
Un éxodo súbito en su conjunto tan fortuito a fuerza de intentar la ausencia de ruido,
es del silencio su imagen y del sonido su materialización.